Que larga espera para conocerte y abrazarte, no soltarte jamás. Larga y dura como una condena de presidiario.
Me muevo en esta prisión como un hombre desesperado. Atormentado por la agonía de la falta de libertad. Añadida a un sufrimiento que lacera mi cuerpo y mi mente. Sabiendo que la libertad está dentro pero que cada intento por liberarme es fallido. Parece como si fuera un juguete en un plan diseñado por un sádico.
Los hijos de Hipócrates poco pueden hacer para aliviar esta situación. No les creo, no creo su falsa sabiduría barata. La pereza, la desidia y la angustia se apoderan de mí. Sobrevivo como un ente sufriente y atormentado.
Quizás un día rompa las cadenas que me atenazan, sé que será así, pero la espera se hace demasiado dura.