Me acabo de acordar de un pequeño cuento zen, no lo voy a escribir exactamente porque no lo recuerdo palabra por palabra.
Dice lo siguiente: Un monje zen se retira a una cabaña solitaria en medio del bosque para alcanzar la iluminación. Una anciana se apiada de él, y le coge gran cariño. Le lleva todos los días comida y charlan sobre asuntos seglares. Se hacen buenos amigos.
Un buen día una joven hermosa pasa cerca del monje y se enamora perdidamente de él. Un día ella se le insinúa, a lo que el responde “soy como una tabla, no tengo esas apetencias” henchido de orgullo por no sucumbir a la tentación carnal.
La joven herida en lo más profundo de su ser, sale corriendo y llorando, despechada por el frío rechazo del joven monje.
Cuando vuelve a ver a la anciana, éste le cuenta lo ocurrido. La anciana coge un palo y le aporrea como a un asno que no quiere caminar. Y le dice “eres un ciego y un burro, no hay que negarse al amor“.